Querida ausente (XCV)
Querida ausente: Hemos probado el discurso de la noche tras las calles tumultuosas, tras los bares atestados, y la vuelta a casa por avenidas semidesiertas, repletas de tiendas con escaparates luminosos, que ponen letreros sobre descuentos y precios de ocasión, largas líneas que reviven tras el eco de los motores de un taxi. Hemos caminado junto a nuestra soledad pensando en lo efímero de nuestra existencia, en lo breve que es nuestro paso por la vida, y las ganas que tenemos de exprimirla como si fuera el zumo de una naranja que recién arrancamos del árbol, lleno de las flores blancas, del azahar. En el binomio instalado de la ciudad y la existencia, uno se siente como pequeña barca en un mar gris y macilento, sólo protegido por los vientos clementes, que nos traen dulces presagios.