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Mostrando entradas de octubre, 2016

Querida ausente (XCV)

Querida ausente: Hemos probado el discurso de la noche tras las calles tumultuosas, tras los bares atestados, y la vuelta a casa por avenidas semidesiertas, repletas de tiendas con escaparates luminosos, que ponen letreros sobre descuentos y precios de ocasión, largas líneas que reviven tras el eco de los motores de un taxi. Hemos caminado junto a nuestra soledad pensando en lo efímero de nuestra existencia, en lo breve que es nuestro paso por la vida, y las ganas que tenemos de exprimirla como si fuera el zumo de una naranja que recién arrancamos del árbol, lleno de las flores blancas, del azahar. En el binomio instalado de la ciudad y la existencia, uno se siente como pequeña barca en un mar gris y macilento, sólo protegido por los vientos clementes, que nos traen dulces presagios.

Querida ausente (XCIV)

Querida ausente: En los días de fiesta uno disfruta de las cosas pequeñas, como el descanso, la lectura, el paseo, el té de la tarde, o el cuidado de los niños. En su risa, uno deposita sus ilusiones, sus proyectos, la poca o mucha energía que le queda y entonces el mundo es bello, y entonces el mundo es más sano. Los jardines, los parques, son más felices al verlos, las fuentes brotan con más intensidad, los pájaros trinan con más intensidad. Entonces es cuando saco un lápiz, una libreta, me siento en un banco y escribo palabras. ¿No hacen eso todos los aspirantes a poeta? Se me ocurre mezclarte con este paisaje urbano. Olvidarme de tu estado civil, de las geografías que envuelven nuestra historia, de cronologías ajenas, y situarme aquí, en este preciso momento deletreando la palabra amor, en mayúsculas, en mi cuaderno, viéndote llegar por el portón de hierro que separa la ciudad de este pequeño paraíso arbolado, iniciar una conversa

Querida ausente (XCIII)

Querida ausente: En la rosaleda, hay rosas de muchos colores. Algunas están marchitas, otras son de un color granate, y huelen de manera maravillosa. Su perfume es fragante. Hay rosas blancas que convocan a la pureza. Hay rosas amarillas que proponen la luz de un sol silencioso y que abriga el alma. Si tú quisieras, podríamos caminar juntos por este lugar cercano al parque del oeste, y al que se accede por un sendero bajo la atenta mirada de pinos centenarios, donde el silex realiza su discurso, y el teleférico se ve a lo lejos pequeño como sacado de una maqueta para niños.

Rosaleda

Caminando por el parque del oeste, puedes llegar hasta una rosaleda y allí encontrar rosas rojas, rosas pequeñas, rosas blancas, rosas amarillas. Algunas, de perfume fragante. Algunas, de inexistente olor. Bajo los pinos centenarios, siguiendo la senda de los muros olvidados, puedes llegar hasta una rosaleda.

Querida ausente (XCII)

Aunque no nos muriéramos al morirnos, le va bien a ese trance la palabra: Muerte. Muerte es que no nos miren los que amamos, muerte es quedarse solo, mudo y quieto y no poder gritar que sigues vivo. Gloria Fuertes Querida ausente: Seguimos vivos y en esa dicha de sabernos, caminamos. Ahora me pregunto: ¿Qué es la muerte? La muerte es algo más que el punto y final en un capítulo, la terminación de una estrofa, el signo de interrogación que cierra una pregunta, el estado de ánimo que continúa tras una respuesta. Es algo más que unos ojos fríos que miran como si hubieran sido congelados por un miedo irrefrenable, por un estado de constante angustia. Morir es creer que no hay esperanza alguna de que nos encontremos en algún rincón de la tarde como antaño. Contigo no hay muerte posible, pues todo es vida si tu mirada me acoge con la ternura conocida, y tus palabras me dan la bienvenida tras la lluvia de algunos años. Morir sí pero de amor agarrad

Querida ausente (XCI)

Querida ausente: El día fue largo y ya cansado estoy pero antes de regresar a casa, quisiera decirte, buenas noches. Que descanses bien, que yo te recuerdo, que te rezo como oración antes de dormir, deseando que el buen Dios te cuide y te proteja, a sabiendas de que tú te cuidas y te proteges. Nada es imposible y menos lo es ese amor que, entre los dos, podemos construir.

Querida ausente (XC)

Querida ausente: La tarde es hermosa. Los niños juegan en el parque. Los rayos de sol acarician el rostro. Escucho el eco de su risa, mientras te recuerdo dulcemente sentado en un banco. El cerezo da la sombra necesaria, hemos estado cortando ramas de dátiles de una palmera. Mi amor por ti crece en este otoño de algunos dilemas resueltos, aunque sé que estos versos son sólo opio frente a la realidad presente. Te esperaré en tardes como ésta, bajo la sombra de árboles como estos. Mientras tanto, no estás.

Querida ausente (LXXXIX)

Querida ausente: Lo material es accesorio. La sólida estructura, de férreas cancelas y rejas que protegen frente a la trémula amenaza de la no tan adversa adversidad, no es eterna. Por eso, te propongo ir a un lugar situado en esa tierra de nadie en la que no se necesita visado ni sellado, y en la que todos son considerados ciudadanos del mundo. No, no se trata de un viaje al país de la fantasía, ni de una excursión al infierno donde perecer de manera ridícula. Hay fantásticas realidades e infiernos que se parecen a un paraíso, donde sólo es necesario una mente libre de culpas y corsés anacrónicos, y una motivación para experimentar la belleza de las cosas simples. Ven conmigo si quieres. No importa lo que has de tardar, si vienes en barco o andando o en coche tirado por blancos caballos.

Querida ausente (LXXXVIII)

Querida ausente: En la mañana, el árbol de hojas marrones se desnuda y sobre el suelo queda rastro de su antíguo traje. El tranvía avanza por la vía sigiloso por la avenida de álamos semicubiertos, como un ave de colores que volara en el cielo, gris y macilento, de este fin de octubre. Suena la música alegre de un violín en la radio de la oficina. Un tambor acompaña la melodía y se restituye la calma al cesar su tintineo. Estos acordes acompañan esas enormes ganas de escribirte, de leerte, de mostrarte la incansable lista de motivos que me hacen volver a tí, aunque no creo que sea del todo justo este verbo, pues no es necesario regresar, ya que nunca inicié mi marcha. Eres asignatura pendiente, aplazada para la última convocatoria en que tus ojos oficiarán de árbitro, juez y guía, y entonces no te juraré amor eterno, porque me asusta este adjetivo y elegiré el calificativo de lento, para expresar mi pequeña contribución a la causa.

Querida ausente (LXXXVII)

Querida ausente: Es inútil luchar contra lo inevitable. Por eso, me enfocaré en aquellos asuntos que sí tienen solución y sobre los que se puede arreglar algo todavía. En la pared, el reloj marca con un tic-tac sonoro el tiempo que se sucede como un hilo fino atraviesa la tela de lo inmediato. En tu coordenada distante, te hallas. Y sigues afrontando la vida con la mejor de tus sonrisas, dulce luz que alumbra los días grises con nubes y penumbra, que se proyecta, sin ambigüedad, como vector de futuro. Gracias tu brillo, Stella.

El alivio de los formales

No sé si será útil o práctico pero me siento aliviado por el alivio de los formales, por haberles quitado esa carga constante que suponía la instauración de un régimen totalitario y cultural ajeno a sus claras voluntades. Frente a ésto, cabe decir, que si pensáramos en construir un formalismo, podríamos hacerlo entre todos, pero alguno siempre me dice que está ocupado, que el progreso necesita otras vías, que mejor para mañana aplazamos la hora de los "héroes". No se trata sólo de salvar el escollo que lo reglado plantea, sino de combatir con herramientas propias el paso del tiempo, aprender a batir las alas en un prado verde y libre de rencillas y rencores. Lo bucólico se nos queda lejos y el marco urbano propone la asimilación de realidades, temáticas de la ciudad. Cabe un paisaje rural en una plaza y una ciudad en un bosque. Pese a todo, me siento aliviado por el alivio de los formales.

Querida ausente (LXXXVI)

Querida ausente: Sobre el tapiz del tiempo que atañe se puede dibujar una línea que separa el tiempo antes y después de conocerte. Antes de conocerte, el mundo era bello, albergaba cotidianas alegrías, pero había algo que no encajaba en el puzzle de la existencia, algo que no era demasiado coherente y carente de sentido. Ese algo que estaba en mi interior. Antes de conocerte, quizás tú también tenías esa impresión de que la vida era hermosa a ratos. Después de conocerte, los engranajes del corazón empezaron a rugir como nunca, y entonces me ví envuelto en una marejada de amor, difícil de evitar al frente del timón de mi pequeño barco. Tras el naufragio arribamos a la isla del recuerdo y todo empezó a cobrar significado, retrocedí al puerto de la infancia. De él se extrajeron grandes enseñanzas. Entonces de la dulce memoria, se construyó una senda hacia el futuro, superando los naufragios, a pesar del oleaje. Ahora mi barco te busca sin busca

Querida ausente (LXXXV)

Querida ausente: Seré breve. He llegado a la conclusión de que te extraño y que es difícil vivir sin tí, aunque se vive. En esta ardua tarea de hacerte saber, supongo que la vida nos pide un poco de sensatez, simplificar el argumento de esta historia, reducirla a pocas palabras que invoquen a muchos mensajes: Seré breve. Cada día es un nuevo comienzo, una nueva esperanza, y si el verso anterior sonase hueco o manido, entonces construiríamos uno nuevo que albergara la dicha de saber que existes, la melancolía, porque no estás a mi lado. Pero supongo que ninguna distancia fue insalvable para dos que se amaban. Aunque... ¿Se amaban? O... ¿fué una hecatombe de los sentidos, una fiesta inconclusa de los placeres no permitidos? Supongamos que se amaron, que se aman, que se amarán mañana, el miércoles siguiente, al otro... Entonces se esperan, se esperarán. Suponer lo contrario, implica una consecuencia contraria también.

Querida ausente (LXXXV)

Querida ausente: Seré breve. He llegado a la conclusión de que te extraño y que es difícil vivir sin tí, aunque se vive. En esta ardua tarea de hacerte saber, supongo que la vida nos pide un poco de sensatez, simplificar el argumento de esta historia, reducirla a pocas palabras que invoquen a muchos mensajes: Seré breve. Cada día es un nuevo comienzo, una nueva esperanza, y si el verso anterior sonase hueco o manido, entonces construiríamos uno nuevo que albergara la dicha de saber que existes, la melancolía, porque no estás a mi lado. Pero supongo que ninguna distancia fue insalvable para dos que se amaban. Aunque... ¿Se amaban? O... ¿fué una hecatombe de los sentidos, una fiesta inconclusa de los placeres no permitidos? Supongamos que se amaron, que se aman, que se amarán mañana, el miércoles siguiente, al otro... Entonces se esperan, se esperarán. Suponer lo contrario, implica una consecuencia contraria también.

Marcello ama a Marlene.

Marcello ama a Marlene. Claro, en algún momento sintió celos de los hombres que, según sus cálculos acertados o no, la rondaban. Pero este no era un asunto nada peligroso pues, en el fondo, alababa el gusto de los que se le acercaban y también la capacidad de elección y autonomía de esta mujer libre. Marcello ama a Marlene. En el peor de los casos, sólo escribe versos cuando se aleja. En el mejor de los casos, cuando se acerca, Marlene es el centro de su universo, la estrella que brilla en los días templados, que fulge como el sol en el ocaso. Marcello ama a Marlene. Nunca pensó en olvidarla, pues el olvido no existe. El recuerdo es una suerte de desmemoria frustrada que se convierte en pensamiento recurrente. En el caso de que un día, Marlene no estuviera en su mundo, inventaría otro, urbano o no, donde ella estuviera presente en la imaginación. ¿Cómo se puede decir adiós a alguien que está muy dentro del corazón? No se puede. Marcello ama a Marl

En la calle Coslada vivía un comisario

Au village, sans prétention, j'ai mauvaise réputation. La mauvaise reputation, Brassens  En la calle Coslada vivía un comisario, que consiguió zafarse de un delito de acoso. Resultó ser un tipo de rostro agrio y comportamiento asqueroso. Hubo un tiempo, en que le dió por contar cuentos y muchos pensaban que era un artefacto para enmascarar sus atropellos. Resultó que le gustó tanto, que pensó en convertirse en maestro pero no tenía dinero para estudiar. Así que leía todo lo que estaba en su mano, y leyendo que te leía, resultó que pensó en algún proyecto cultural todavía en construcción. Era algo poeta, y paseaba.

Érase una vez una Maestra muy alta y un lobo cuentero

Érase una vez una Maestra muy alta y un lobo que no sabía contar cuentos. La gente del pueblo temía al lobo, porque decían que destrozaba con sus afilados dientes a las ovejas y a los niños, y por eso estaban tan contentos todos y todas con aquella Maestra tan larga como un día sin pan, que garantizaba la paz en la comunidad. Pero un buen día, el lobo en su laboratorio de experimentos inventó una escalera para llegar a lo alto de la Maestra y poder hablarle respetuosamente. "Ejem, ejem", dijo el Lobo comenzando. De sobra era conocido, que si hubiera sido un hombre, el lobo habría sido un hombrecillo de esos que abundan en las oficinas grises de las grandes ciudades. La Maestra le conminó a hablar: "Vamos, Lobo, presuntuoso, ¿qué quieres de estas pobres gentes?" El Lobo con total cortesía, contestó: "Quiero contar cuentos." Entonces la Maestra lo miró con sorpresa, porque había escuchado cosas espantosas de aquel Lobo que m

Querida ausente (LXXXIV)

Querida ausente: Hoy comienza el día con el recuerdo de mi madre, de la que era su cumpleaños. Alguien muy especial, que cuando reía contagiaba el buen humor a los que la escuchaban y que fué mi maestra de vida, de cuentos, de paisajes. Juntos caminábamos por las calles de la Granada de mi infancia, viendo la ciudad abajo como si fuésemos pájaros, y en las tardes de otoño me hacía notar la gama de los colores de los que estaba compuesto el cielo. Se inventaba historias, como la del caballo Lucero, que viajaba por mundos fantásticos cada noche a lugares distintos. Me enseñó a asumir que la vida es como es, y a sacar lo positivo de cada momento. Aprendí junto a ella a cocinar algunos platos, en su cocina infinita, experimental. Ella ahora está ausente, porque la vida así lo decidió. Pero su ausencia es diferente de la tuya. Ella se fué y no puede regresar.

Querida ausente (LXXXIII)

Querida ausente: Sabes lo poco que me importa que otros vean cómo siento. Sabes que no cambió mi forma de hacer tras el intento de toque de queda. Después de un tiempo, comprendo el dolor que otro sufría, sus insultos y desaires, su malestar frente a mi enfrentamiento claro, pero seguiré con la construcción del amor frente al odio, porque hay motivos para seguir esta senda, porque ahora todo apunta a que habré de esperarte.

Querida ausente (LXXXII)

Querida ausente: Desde niño se me dió bien interpretar el papel de víctima cuando los demás no me prestaban demasiada atención. De todos mis egoísmos, de todos mis infantilismos, supongo que conservo la engrasada maquinaria de echarle la culpa a los demás de los males propios construídos a hierro y fuego por la tradición milenaria de los escapistas. Pero, gracias a tí, he enfrentado a mis fantasmas interiores, y ahora soy capaz de mirarlos sin pestañear, distinguir cada dolor en su coordenada aproximada, cada placer en su antípoda. La realidad no sólo está hecha de lunes grises de octubre con lluvia en las aceras y gentes con prisa que atraviesan las calles sin detenerse apenas en reparar en la mirada del prójimo. Como juego, tras la ventana de un autobús observaba los nombres de las plazas y las avenidas, aprendía de las perspectivas diversas, de los ángulos y los enfoques de Granada y, poco a poco, fuí construyendo ese recinto amuralla

Paseo junto a un amigo

A Ángel Rustarazo En esta mañana propia del otoño caminé junto a un amigo por la quinta de los molinos mientras me iba contando vicisitudes de su vida cotidiana. El paisaje de los árboles grandiosos, de los almendros, de los cerezos sin flor, junto a la quietud de los estanques, de las fuentes donde se advierte la transparencia de sus aguas, hizo que nuestro paseo fuera agradable, a pesar de la lluvia. En esta estación, que admite la decadencia en los gestos de una naturaleza acostumbrada, pudimos observar el tono ocre en las hojas, la armonía de los muros que marcan la frontera con la ciudad. Celebramos la amistad pese a la inclemencia de un tiempo, que no ha de ser de otra forma, como barcas que navegan juntas un trozo de río para después separarse no sin un abrazo.

Querida ausente (LXXXI)

Querida ausente: En esta mañana propia del otoño caminé junto a un amigo por la quinta de los molinos mientras me iba contando vicisitudes de su vida cotidiana. El paisaje de los árboles grandiosos, de los almendros, de los cerezos sin flor, junto a la quietud de los estanques, de las fuentes donde se advierte la transparencia de sus aguas, hizo que nuestro paseo fuera agradable, a pesar de la lluvia. En esta estación, que admite la decadencia en los gestos de una naturaleza acostumbrada, pudimos observar el tono ocre en las hojas, la armonía de los muros que marcan la frontera con la ciudad. Celebramos la amistad pese a la inclemencia de un tiempo, que no ha de ser de otra forma, como barcas que navegan juntas un trozo de río para después separarse no sin un abrazo. Todos los lugares que visitamos son lugares por los que podría pasear contigo.

Aracnofobia

Maté a la araña en el portal. Saliste corriendo escaleras arriba con un alarido . Ser indiferente frente a la araña no me convierte en alguien mejor pero quisiera saber por qué en ti crean esa respuesta contundente. ¿Las arañas son proyecciones de algún mal presagio o es una especie de instinto, de rechazo debido a algún temor no superado de la infancia el que aquí pones de manifiesto?

Querida ausente (LXXX)

Querida ausente: La tarde fue agradable y en la exposición ví paisajes franceses, bailarinas, figuras geométricas complicadas, habitaciones azules donde mujeres se lavaban, notre dame, palabras urbanas pintadas sobre un lienzo. De vuelta en el paseo estuve pensando en que, según dice el refrán, robar a un ladrón tiene cien años de perdón, pero qué ocurre cuando al que se le roba no es un ladrón o no se le roba propiamente al supuesto ladrón, sino que por una casualidad del destino, la vida propone viajes y uno los acepta de buen grado. Por esta razón, cuando uno acepta una invitación no es ladrón al aceptarla, sino más bien un ser deseoso de conocer otros lugares, de escribir los versos de los días, de contemplar a otras gentes, de dar su amor si se tercia y se lo piden. A este respecto, la exposición era clara, y los artistas no son más que ladrones de momentos, ladrones de palabras que con su hurto construyen obras bellas o int

Retrato de una madre soltera

Nosotros, Nosotras, sus hermanos y hermanas, algunos con diplomas de expertos en comunicación, no sabemos comunicarnos con alguien que no se deja, que tiene sus cartas de amor bajo llave, y que nunca abrió su corazón. Porque una mujer que se considera a sí misma humillada, debido a un concepto también conservador de la vida, se enroca desde el inicio y permanece firme en sus preceptos, en sus frenos, y en sus autoflagelos. Un hijo no deseado no es alguien a quien dedicarle todo el tiempo. Se le dedica el suficiente, se le puede llegar a amar si uno se empeña, pero uno se lo quita de en medio. Nosotros, Nosotras, vemos que este chico, adolescente y maleducado, no aprendió los límites ni la autoridad. Cantaría la canción de Jeanette, pero... ¿Cómo? Si... ¡recibió todo el amor y más! ¡Qué contradicción! ¡Qué contubernio!

Retrato de un cuñado

Desde la lógica burguesa, que reina en nuestra familia y valorando a nuestro cuñado Ludwig, tenemos que decir que se trata de un señor educado, amable y correcto, que pese a tener un claro affair con su secretaría, no presenta ningún escándalo y está bien conectado socialmente. Garantiza la manutención de los hijos, la casa donde vivirán en el futuro, sus carreras universitarias, y su contabilidad es el visado necesario para hacer lo que le venga en gana. ¡Faltaría más! ¡Queda invitado a todas nuestras fiestas! Es un ingeniero importante, amigo del gran Johann Carmona, el gran promotor inmobiliario, un baluarte dentro de nuestra sociedad, que creció empresarialmente en aquella gran fase de la historia, la década de los 70, en la que se construyó tantísimo. ¿Quién habla ahora del dramaturgo Ibsen, de su casa de muñecas, quién habla del opus dei, de los trastornos que ocasiona tener un pater familias que es un rey que todo lo hace y todo lo deshace?

Querida ausente (LXXIX)

Querida ausente: Nosotros no debemos mirar hacia atrás porque el pasado es un capítulo que debe ser cerrado y del que rescatar los mejores pasajes que nos catapulten hacia adelante. Después de la lluvia, siempre sale el sol. Aunque los bancos de los parques nos recuerden, y sobre ellos caiga la implacable lluvia de un sábado gris, donde las nubes juntan sus pesquisas al cruzar una avenida, te seguiré pensando en la mejor de tus versiones. Mientras caminaba ví a tu suegra, al otro lado de la calle, y la saludé con la mano, componiendo la sonrisa forzada de las mejores fotografías. Y no fue del todo un gesto hipócrita. Porque, a pesar de los pesares, creo que hay personas que siguen mereciendo ser saludadas y con las que, además de tener diferencias conceptuales, hemos podido hablar tranquilamente en alguna ocasión. Pasé junto a una frutería y ví a un señor que se parecía a tu marido, abriendo una bolsa y metiendo algunas piezas.

Querida ausente (LXXVIII)

Querida ausente: Cuando viene la noche, me refugio en el cuartel de invierno que propone la poesía. Cuando viene la tarde, me refugio detrás de las estanterías de la biblioteca del barrio. Cuando viene el día, me voy al trabajo y a veces acompaño los niños al colegio. En cada fase del día en la que estoy despierto, te recuerdo. Te supongo en tus quehaceres, en tu vida cotidiana. Ahora bien. No sé si en cada fase del sueño estás presente, porque como todos hay fragmentos de los que me acuerdo y otros de los que apenas tengo una vaga, borrosa imagen aunque supongo que perteneces a esa capa interna a la memoria, a la que no hace falta ni siquiera proponer tu nombre para que te aparezcas luminosa y brillante como estabas ayer.

Querida ausente (LXXVII)

Querida ausente: Te escribo en esta tarde de certezas, de algunas preguntas irresueltas, de otras resueltas, preguntándome, preguntándote, si este tiempo que nos viene, exigente y sacrificado, nos traerá finalmente una alegría compartida. Creo que sí. Aquel viaje acabó y ésto hay que asumirlo. Pero habrá otros viajes posibles que podamos iniciar independientemente de los intentos de viajes anteriores. Sólo cambiará el punto de origen, el instante en el que el reloj marcará un tiempo propicio, y, mientras tanto, viviremos cada momento como si fuese el último día de nuestra existencia. En la estación, el tren dará su aviso. La megafonía anunciará su salida. Y tal vez, tomados de la mano, entremos juntos en el vagón, buscando el compartimento donde descansar rumbo al siguiente futuro.

Querida ausente (LXXVI)

Querida ausente: El mal que hacemos, vuelve. El amor que entregamos, vuelve. La mentira que dijimos, vuelve. La verdad que pronunciamos, vuelve. La alegría que sembramos, vuelve. La tristeza que en otros provocamos, vuelve. Todo vuelve.

Querida ausente (LXXV)

Querida ausente: No es mi propósito servirte el té cuando no quieres tomarlo y quedarme para verte beberlo. Sean mi palabra y mis actos semillas de un futuro posible que no te limita, ni te coarta. La mentira vertida por otro sólo le sirvió para ganar tiempo. El veneno de la adelfa casi desapareció  en el jardín quieto. La vida y la historia, esas dos grandes maestras, nos preparan la lección cotidiana que asumimos con prontitud y presteza.

Para celebrar la vida

Para celebrar la vida necesitamos soltar el lastre y emprender la ascensión hacia los cielos cercanos. No importa si ese día, están nublados, si el sol brilla de manera inconstante o si su luz inunda cada resquicio de acera, cada trozo de bosque donde los árboles murmuran pensativos sobre el espacio que les rodea, o si los huérfanos tejados han hecho su declaración de principios dejándole claro al viento sus discutibles premisas . Es claro que no volaremos como los pájaros, ni siquiera como aves de hierro, ni tampoco como los ángeles pues nunca ví a ninguno. Para celebrar la vida, sólo es necesario abrir la puerta y salir fuera de los muros que protegen la ciudad sitiada y atrevernos a intentar, una vez más.

Querida ausente (LXXIV)

Querida ausente: Si mis versos son para ti un agobio, una presión desmedida, un empujón sin manos, entonces no valdrán para nada y me disculparé. Porque este poema viene a intentar traer algo de cordura a estos tiempos revueltos en los que habitamos como fugitivos que vivieran constantemente perseguidos, como nómadas que sólo conocieran como techo el cielo estrellado del otoño. Bajo este escenario, la palabra amar se dice pronto pero el conjunto amar amando es un concepto más elaborado, una construcción de tiempo que se aleja de lo momentáneo, que evita la definición del adjetivo eterno, que se queda abierto en un punto suspensivo, o en un signo de interrogación sin su apertura. De puertas hacia adentro, y si aceptas, estaremos solos tú y yo en una ensoñación que se aleja de la alucinación, y en la que cabe más de un silencio, más de una respuesta sin pregunta, en una mesa para dos, con luz de un ventanal tardío y con un sencill

Querida ausente (LXXIII)

Querida ausente: Sería falso si te dijera que no me importa nada que otro hombre te ame, que ames a otro hombre y que lo lleveis a cabo. Pero, en este punto, no tengo mucha capacidad de pedirte lo contrario mediante algún trámite posible. Aunque pudiera, creo que limitar a una mujer libre es casi profanar la misma idea de libertad. De todas formas, lo entiendo porque eres digna de ser amada, porque alabo el gusto de quien lo hace. A estas alturas del viaje, no hace falta regresar a Ítaca porque no soy Ulises. Por eso, este amor necesita ser recíproco. ¿La amada le escribirá algún día versos de amor al poeta?

Compañero de paraguas

Llueve en la ciudad y llueve dentro de las murallas del alma. Dejo los niños en la escuela y saliendo a la calle, un hombre amable me ofrece su paraguas y ambos como rectas que se intersecan en un punto por pura casualidad, cruzamos la calle, y cruzamos unas palabras, cambiamos impresiones y, a pesar del agua, la esperanza resiste y sigue a prueba de naufragios.

Querida ausente (LXXII)

Querida ausente: La noche es oscura y persiste en su negritud. Tan sólo el alba trae los primeros rayos de luz. Diría que este poema habla del laberinto que se forma en cada atardecer, de la soledad y sus significados. Pero en este tiempo en que aprendo a ser feliz de otra manera, reviso tu ausencia como algo acostumbrado. Nadie está completamente lejos si es recordado. A cada verso mediocre, le corresponde un comunicado pues los hay mejores entre las posibles variaciones existentes. En esta estrofa, no se trata de componer lo más bello, y lo que más brille. Más bien, se trata de darle contenido y de traspasar la frontera entre lo sentido, lo pensado y lo que se escribe. Verás que cuando digo Amor es simple. Verás que cuando digo Octubre es simple. Verás que cuando digo Ausente también pronuncio Querida.

Querida ausente (LXXI)

Querida ausente: Cada día hay una lucha que librar por la supervivencia, por el cuidado de los hijos, por obtener el sustento que nos permita afrontar el presente, de la mejor manera. Cada día, el alma nos pide que la llenemos con poesía, con música, con paz y con calma, para continuar la senda. Cada día, vienes a mi mente con una fuerza inusitada, y entonces el mundo se hace un poco mejor tras un paisaje agreste o una farola mal iluminada. Me hace bien pensar en ti, en todo lo que significas, en todo lo que todavía no significas, pero que está implícito en tu ser. Cada día, guardo unos instantes para celebrar la melodía de una lira anacrónica y escribirte unos versos, sin más pretensión, que honrarte en tu ausencia.

Querida ausente (LXX)

Querida ausente: En lugares como grandes estaciones de autobuses he visto la mezquindad de los hombres, al valorar la desesperación de un inmigrante como un insulto a la sociedad. Dos guardias de seguridad increpaban a un hombre africano de unos treinta años y le invitaban a marcharse a la calle fría, sin más excusa que hacer ruído. Como un grito desgarrado en el desierto, aquel hombre, sin duda, sufría. La maquinaria del mundo civilizado lo relega y lo considera como un trasto inservible porque no cumple con sus normas de hielo. ¿Qué saben los que nunca cruzaron un mar para jugarse la vida como se siente un hombre indefenso frente a un país que le es ajeno, que habla el idioma del dinero y su lengua nativa habla con una ternura que quedó allá lejos en la aldea natal? El poeta se enfrenta al vigilante y le incrimina su actitud. Vienen dos de refuerzo y me alejo porque llego tarde a la oficina. Mundo triste éste que decapita al inocen

Querida ausente (LXIX)

Querida ausente: Después de cada caída, hay que levantarse. Mirar al frente y ver el camino que se abre al presente, al tiempo no aplazado que no está pendiente del futuro. Construímos juntos una senda donde nos acompañan árboles fugaces, tenues atardeceres, donde el sol se apaga antes conforme se acerca el solsticio de invierno. Imágenes de barcas ligeras en los estanques, bicicletas con cestos donde acarrear las herramientas de nuestro trabajo. En el descanso, paramos junto en un remanso del bosque, y las hojas caen atropelladas sobre la hierba. Cuando reanudamos la marcha, casi nada está terminado pero sentimos alegría en nuestros corazones porque ninguna vereda fue inaugurada en balde.

La abogada López (y 2)

La abogada López tenía como compañero de oficina al abogado Martínez. Martínez era un tipo que rondaba la cincuentena, con voz de locutor radiofónico, un sentido del humor socarrón típico de Cantabria, capaz de blandir su lanza contra cualquier caballero, y una afición a la pintura que rozaba lo desmedido y lo elogioso. Juntos compartían opiniones varias, dimes y diretes cotidianos, sobre la gente del barrio. Preparaban la defensa o la acusación conjunta contra un grupo de presión, contra un comando de influencia. Juntos reían. Juntos se burlaban pero ninguna burla duró una eternidad. Me reía con ellos y de mí mismo. Ningún canalla se convirtió en caballero virtuoso, no estando yo ni siquiera cerca de la virtud.

Llamarte amigo

Llamarte amigo. no es una cadena y acepto que interpretes, a tu manera, la polisemia de esta palabra. Llamarte amigo no es un contrato, con parte contratante y contratada. Llamarte amigo, no significa que uno es agente activo y otro pasivo. Llamarte amigo, viendo que huyes como de la peste, es rebajarse quizás demasiado. Amigo, es una palabra complicada de manejar. ¿Cuál es la frontera que delimita? ¿Hay control de visados?

Querida ausente (LXVIII)

Pace non trovo, e non ho da far guerra; E temo e spero, ed ardo e son un ghiaccio; E volo sopra ´l cielo e giaccio in terra; E nullo stringo, e tutto il mondo abbraccio; Tal m´ha in prigion, che non m´apre, ne serra; Ne per suo mi riten, ne scoglie il laccio; E non m´ancide Amor, e non mi sferra; Ne mi vuol vivo, ne mi trae d´impaccio. Veggio senz´occhi, e non ho lingue e grido; E bramo di perir, e cheggio aita; Ed ho in odio me stesso, ed amo altrui; Pascomi di dolor, piangendo rido; Equalmente mi spiace morte e vita, In questo stato son, Donna, per vui. Soneto a Laura. Soneto 104, Francesco Petrarca. Querida ausente: ¿Quién te retiene?  Eres libre para volar donde desees.  Y no lo digo yo. Lo dice la naturaleza que nos ha hecho. Lo dice el aleteo de una mariposa que deja la rama del cerezo  y afronta el cielo contaminado y cercano, de la ciudad. Mi poema es una forma de aprenderte, de saberte, adorarte en la distancia, y se desarrolla como si

Querida ausente (LXVII)

Querida ausente: Ya intenté complacer a todos y no sirvió. Ahora sirve complacerme. Dedicarme tiempo, hacer café, sentarme en el sofá y leer un libro y que todo fluya lentamente como un guiso que se hiciera despacito. Leer de la realidad a cada paso, resaltar lo que es posible cambiar y lo que no nos es posible dejarlo, porque hay cosas que no se pueden arreglar. Pedirme un paréntesis para estar en paz con el mundo, dedicarme por entero a los niños, que son el tesoro que hay que proteger, el futuro con esperanza. Alejarme de los círculos en los que no fui feliz, y abrir horizontes, también abriendo los brazos y sentirme vivo, sentirme pleno, rechazando el odio, dejando a un lado el ego. No esperar nada de las gentes que nunca nos mostraron nada. ´ Este mundo de egocéntricos destruye pero nosotros y nosotras que amamos al ser humano como un todo, avanzaremos más allá de lo posible porque siempre nos atrevimos.

Querida ausente (LXVI)

El otoño se acerca El otoño se acerca con muy poco ruido: apagadas cigarras, unos grillos apenas, defienden el reducto de un verano obstinado en perpetuarse, cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste. Se diría que aquí no pasa nada, pero un silencio súbito ilumina el prodigio: ha pasado un ángel que se llamaba luz, o fuego, o vida. Y lo perdimos para siempre. Ángel González Querida ausente: El otoño ha venido con su viento de presagios, con su ejército cromático, con los adornos clásicos de esta estación que sucumbe frente a la inevitable noria de las estaciones. Como una pieza de arte que conservara el esplendor de otro tiempo, con la madurez adquirida por un constante verso que no se apaga, ni se hunde en una ciénaga para no volver. El amor siempre es una apuesta por el riesgo de no ser amado. De la consecuencia, se deriva un otoño de conclusiones, conscientes que traen, en oc

Querida ausente (LXV)

Querida ausente: Cuando faltan los temas para un poema, invoco a asuntos como el tiempo que hace, la estación que acontece, la vida cotidiana, la ciudad y sus pasadizos. En tu ausencia y también en tu presencia he inventado un mundo paralelo que se abastece de otros mundos en los que siempre encuentro un motivo o varios para recordarte como mereces. En tus palacios lejanos donde la noche abre la ventana de un secreto, quizás revisas la luna gigante y amarillenta que deambula silenciosa por encima de este mar de edificios y antenas, de calles, avenidas, jardines y plazas. Y yo también la miro y la admiro. Entonces, la miraremos juntos pero distantes y no ajenos.

Querida ausente (LXIV)

Querida ausente: En este nuevo poema, te diré que todo esfuerzo es bien recibido si se trata de querernos. Por eso, en cuestiones de amor, no invoquemos a la suerte como factor resolutivo. La suerte puede proponer pero nosotros decidimos. En esta larga y difícil tarea de mostrarte todo el afecto y la ternura en mis versos, a sabiendas de que habitas en lugares lejanos a los que apenas tengo acceso, te diré que hoy más que nunca estás presente, con la ilusión del primer día, de un colegial que encontrara por primera vez al amor. Espero que estés bien. Firmado con postdata, un aspirante a poeta.

Querida ausente (LXIII)

Querida ausente: Hoy te me apareciste en sueños. Sí, y tus ojos brillaban y, al sonreir, una luna casi completa resplandecía e iluminaba toda la habitación donde estábamos. Hablabas y tu voz dulce lo inundaba todo. De pronto, me desperté con una sensación placentera de haberte visto gracias a un reflejo de la memoria, a una urdimbre del subconsciente. Así te veo, mágica y pura, elevada a los altares de la noche, y yo alejado te rezo con una oración pagana. Te veré en sueños y en la realidad, que para entonces parecerá sacada de otra de mis ensoñaciones. Atrévamonos a creer en estos sueños y en la belleza y en la sabiduría que me traes.

Querida ausente (LXII)

En medio del invierno, encontré en mí un verano invencible, Albert Camus Querida ausente: Abrí el armario y de una bolsa de viaje saqué dos chalecos que tejió mi madre para el frío: uno verde pino y otro granate. La recuerdo bajo la luz de la lámpara, tricotando con sus agujas de punto, en el sofá o en una butaca, silenciosa, haciendo del paso un tiempo un corto homenaje al arte. Ya echaba de menos esta estación donde los abrigos y los paraguas se vuelven elementos comunes y la lluvia construye un pequeño concierto, junto a las hojas, en las aceras. En esta travesía, entre túneles del tiempo ya conocidos, la imagen de un cerezo en un jardín descuidado, perspectivas de ciudades ajenas y, al mismo tiempo, tan propias. Una niña de cinco años lee un cuento junto a su madre en un vagón de tren. Me inspira afecto y ternura. Mi hijo me abraza al saludarme y al despedirme. ¡Cuánto amor se dice callando! ¡Cuánto amor rezuman sus palabras! Tr

Querida ausente (LXI)

El amor y el interés se fueron al campo un día, pero más pudo el interés que el amor que le tenia. Refrán popular. Querida ausente: Elegí el destierro, me negué a rechazarte como idea y como  la persona a la que dar mi amor cuando fuí interrogado.  No te pedí nada.  Tan sólo que alguna vez leyeras estos versos, que contaban fragmentos  de esta vida de exiliado, que alguna vez escucharas  la música  que destila mi alma.  No quiero ser injusto contigo.  Tú has sufrido como yo.  Intentaré ver  un poco más allá pero no hay respuestas. Sabes que te espero  más allá de los muros que guardan la ciudad sitiada. Te extraño y tu ausencia  es para mí una daga que mi pecho  en dos separa.

Querida ausente (LX)

Querida ausente: He entendido el tiempo que viene. El sentido de la rosa de los vientos, que apunta al norte. El mediterráneo presenta sus aguas color añil tras el viento poniente que azuza las mareas y un cielo rojo avisa que el verano ya pasó . El sur es una isla varada que avanza lentamente, que busca caminos y no siempre los encuentra. Habrá caminos. Habrá respuestas. Cada camino tiene una explicación y conlleva una respuesta a una época . El rumor de las olas, trae la sal de una sospecha: El musgo no crece en los hayedos junto a la playa y las aves descienden de los árboles buscando la tierra. La rosa de los vientos, señala al norte, aunque sur y norte no se acercan. Por algo que es visible al corazón. Nuestro tiempo no ha llegado. Continuaremos la senda.

Querida ausente (LVIX)

Querida ausente: Las hojas del cerezo caen del árbol al suelo y su manto rojizo cubre la tierra mojada por la lluvia. El otoño viene con toda su esencia. Las castañas salen de su cáscara y yacen en el suelo casi equidistantes. Un caracol pequeño camina despacio por la calle. La suciedad de los parques nos muestra la escasa educación de las gentes. En esta estación introspectiva, uno se refugia en el hogar como último cuartel; cada cual es su hogar, cada cual es su último cuartel. Las farolas se encienden antes y los días se acortan. En este poema, número cincuenta y nueve, envuelto en un nuevo atardecer, te recuerdo. Cuando te conocí, todo vino deprisa, y no fue un sueño de verano, recreado. Ayer, fuiste alegría, locura, sed de amor, lamento, tristeza, distancia, amarga realidad. Hoy, eres dulce presagio, tierna esperanza, y lento guiso de tiempo. Mañana, ¿qué importa lo que serás si siempre estarás presente?

Querida ausente (LVIII)

Querida ausente: En este día festivo, de lluvia en Madrid, y reflexión necesaria, me pongo a escribirte con el ánimo renovado como si fuera un recién llegado a esta isla de amor. Ya dejé de lado esa costumbre de torturarme con ideas inoportunas, esa forma de hacer de cada gesto un reproche, y cambié la canción. Porque amar debe ser alegría y, para cada ser humano, es algo tan básico como el respirar. Me acostumbré a este nuevo yo, que no es muy diferente del anterior pero es un alguien evolucionado, que se ha emancipado de ideas que frenaban el curso habitual de los acontecimientos. Ahora puedo caminar sin mirar demasiado atrás, sin arrepentirme, ni culparme, ni sentirme como alguien que algo debía de hacer en lugar de lo que está haciendo. Lo mejor llegará, y hasta entonces aprendo de lo bello, de lo cotidiano. ¿Crees que alguna vez encontraremos la persona ideal? En esa búsqueda ilimitada en el tiempo, podemos sentirnos frustrados si

Querida ausente (LVII)

Querida ausente: Una botella vacía no lo estará por siempre. Antes de ordenar una ciudad habrá que arreglar la propia casa. El amor es un gran tema pero muchos se conforman con sucedáneos. Mirar de frente es mejor que mirar a un lado pero es normal que lo que veamos no siempre nos guste. Los golpes de la vida de los que habló Vallejo, han de ser atenuados. No hay nada que deba ser postergado con un eslogan de marca mundial registrada. La noche acaba y llega el día. Los cielos no esperarán a que los alcancemos. El vino fermenta en los toneles y madura lentamente. La fruta madura cae del árbol justo en el momento. Crecer no es sino un signo inequívoco de que se ha vivido. Los años no serán tan terribles si ponemos de nuestra parte. Lo eterno, lo pasajero, ¿qué importa? El infierno más cercano está dentro de uno. Quererte es tan simple y a la vez es tan complejo. Los sueños, las realidades y los deseos no van siempre juntos. Un

Querida ausente (LVI)

Querida ausente: Aunque mi hermano herido viniera a incluir la discusión sobre el presente y el futuro de una niña, en un debate sin fín, propondría que éso no estuviera en el posible orden del día. Porque para ella, todo es afecto y ternura. una caricia paternal y un beso en la frente. Especular con este asunto me parece un último recurso de alegación. Por eso, me parecen bien todas las medidas que tengan que ver con que su vida sea tranquila y feliz . Asimismo, comprenderás que en mi pequeño mundo insurgente, intente garantizar las condiciones de vida presente y futura de mis dos tesoros y de su entorno, luz en la oscuridad de la noche que duró. En otras cuestiones similares, comentar que el amor viaja lentamente como si se tratara de una góndola que llevara a viajeros para recorrer un canal veneciano y por sí mismos observaran la grandeza de los palacios, la soledad de los muros tras las puertas semiabiertas, la cadencia del

Ambiciones poéticas

Cuando comencé a escribir, juntaba dos líneas, inventaba un poema, alababa a una chica que me gustaba. Escribía cuentos sin nombre, recorría las calles de Granada con un discurso casi pastoril. Nunca decidí dedicarme a este oficio de manera permanente y mis ambiciones poéticas son bien escasas. Orfeo y Eurídice están lejanos para mí. Aunque los veo a diario en calles sin nombre, en bares frecuentados, por gentes que deambulan por ciudades gastadas.

Querida ausente (LV)

Querida ausente: La vida pasa, el mundo pesa, la gente pisa lo pasado como si se tratara de una hoja de periódico tirada en el suelo. Poco o nada le importa a los demás nuestra existencia. Mientras enarbolamos banderas ajenas, no agitamos las propias ... ¿Para qué sirven las banderas? ¿De qué nos valen los símbolos si más tarde los romperemos, los falsificaremos, los traicionaremos? Seamos conscientes y consecuentes. Llamémosle al pan, pan. Al amor, amor. Desmontemos las premisas de la tarde, el plan calculado, y paseemos por la ciudad.

Querida ausente (LIV)

Querida ausente: Cuando era niño, la fábrica del dolor y del amor, tenían que ver con un cuarto de estudio, una máquina de escribir antígua y una nube de humo azul de tabaco. En dicho lugar, aprendí de los mapas del mundo, dibujaba paisajes con montañas, árboles, y un gran sol. Asimismo, comprendí de la tristeza de una madre que sufría y de la oscuridad de una cueva sin estalagtitas ni estalagmitas donde vivía el trabajo de una profesora de un colegio privado de Granada, coto donde la burguesía llevaba a sus hijos, a sacar el título de bup y cou. En su juventud quiso ser diseñadora de moda, trabajó en el negocio familiar y asumió problemas que ni siquiera le correspondían. Pese a todo, a veces tenía sentido del humor, disfrutaba de la cocina, que para ella era un arte y pasaba horas enteras diseñando experimentos gastronómicos. La vida se le apagó una noche como la luz de una vela en el candil. Mejor así. Ya le dijo adiós a un mundo que