El ejército del amor
En estas circunstancias: Ni Daoiz ni Velarde podrían acometer la defensa de Madrid y, en plena revuelta de poderes conservadores, doblegar a la invasión de un ejército de amor bien organizado. No habría entonces un dos de Mayo triunfal, y en los barrios no se aclamaría semejante proclama de una tierra que se resiste a ser usurpada, tras los fusilamientos que Goya interpretó y sobre los que Galdós escribió en sus episodios nacionales. Porque éstas que vienen no son las tropas francesas, ni Napoleón hace el amago de invadir Portugal. Éstas más bien son estrofas que se unen coordinadas para subirte a un pedestal. Déjame que alabe tu hermosura, tu gracil figura, toda la bondad que hay en tí. Préstame algún mes de Abril para pasear juntos por jardines nuevos, rescata el silex que hace rayas en el metal. Si tus frenos te recuerdan a pastelerías o a piscinas, lo comprendo. Deposité toda mi frustración equivocadamente. Nunca es tarde para rectificar. S