Querida ausente (iv)

Querida ausente:

No creas que soy ajeno,
al anillo que llevas en tu dedo,
y que cuando la cámara
te enfoca
en primer plano,
sueles mostrarlo
como mecanismo defensivo.

Mas no te juzgo
y sobre este asunto
te diré,
que me parece una simple circunstancia.

Tampoco soy ajeno al calendario.
A las fechas concretas.
Pero elevo mi mirada
más allá
de la simbología de un anillo,
de una fecha
y te escribo,
querida ausente,
con el corazón que palpita
más que nunca
al deletrear tu nombre,
sin más promesa
que la sintaxis de un verso,
sin más respuesta,
que el silencio que apacigua el alma.

Y así me siento.
Convenientemente distante,
ausente,
algo esperanzado
en la dinámica
que fulge del presente.

Refugiándome
en tu recuerdo
como sustento
y asumiendo
que la vivencia
me enseñó
grandes temas
propios de la escuela de la vida.

Dibujando tu rostro
con palabras imprecisas,
desmontando mentiras,
fabricando verdades.
¿Una verdad fabricada
no tiene algo de falacia?
¿Una mentira desmontada
es pura verdad?

Y en la escala de grises,
que propone este asunto,
desearía no estar lejos de tí
ni siquiera un segundo
aunque sea insano
y, a día de hoy, no se pueda realizar.











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