Cuando amaine la marea, la orilla nos recibirá con espuma, arena, piedras y sal. Volveremos al muelle donde los barcos se amarran, y el puerto gris y dormido nos saludará con su austera palabra. Estas costas que han visto que la vida no cambia mucho, sólo lo justo, en este paisaje sencillo que muestra la arquitectura de un pueblo formada por la maraña de casas de pescadores, que se envuelve al paso de nuestro caminar y este aroma efímero a sal y yodo, que despide el lento partir de las flotas rumbo al interior del mar, tiene la estructura de una caricia, un pañuelo que se agita de un familiar en el muelle, un hasta la próxima, ojalá vuelvas pronto. ¿De qué nos preocupamos en una partida? Aquéllos a los que amamos y que nos aman no salen de nuestro mundo. Los que no nos aman ni nos amaron, nunca estuvieron. Por eso, el reencuentro sucederá cuando amaine la marea, cuando la luna seductora y el mar seducido relajen sus recíprocos hilos invisibles. Ll
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