¿De qué tiene miedo Misha Mikhailov? (y dieciocho)

Cada ciudad puede ser otra
cuando el amor la transfigura
cada ciudad puede ser tantas
como amorosos la recorren

el amor pasa por los parques
casi sin verlos pero amándolos
entre la fiesta de los pájaros
y la homilía de los pinos

cada ciudad puede ser otra
cuando el amor pinta los muros
y de los rostros que atardecen
uno es el rostro del amor

el amor viene y va y regresa
y la ciudad es el testigo
de sus abrazos y crepúsculos
de sus bonanzas y aguaceros

y si el amor se va y no vuelve
la ciudad carga con su otoño
ya que le quedan sólo el duelo
y las estatuas del amo. 

Cada ciudad puede ser otra , Mario Benedetti 

Dimitri amaneció en la habitación con su sola presencia, se miró al espejo y descubrió el rostro de un hombre que sufría. Un hombre cansado de tanto caminar, que había visto alguno de sus planes dar resultados, y otros habían sido simples anécdotas para olvidar.  Su totalitarismo no era el del Politburo, ni el del Comité Central de ningún Partido, pero su acción recordaba a las ciudades que estaban bajo un estado de sitio. El comisionado dictaba normas, hacía cumplir los planes, en su oficina habitual pero en la vida privada cedía a todos los planes que Svetlana planteaba y la seguía allá donde fuera, era buen compañero y un buen padre. Entonces... ¿Por qué diablos le sucedía todo aquéllo? ¿Por qué aquel destino ingrato le estaba reservado a él, que tanto se había esforzado en la vida para conseguir una educación para sí mismo, y un puesto de relevancia en la administración?
Si cada día, después de cubrir su trabajo, regresaba a casa y compartía las tareas domésticas con Sveta, si no bebía ni fumaba, y en los días festivos jugaba con su hija Valentina en la forma en la que solía hacerlo a menudo. Era ordenado, meticuloso, y concienzudo en su trabajo. Una de sus virtudes era la constancia. Sabía mantenerse firme a pesar de las tormentas de la vida y en casa de sus padres guardaba tesoros cotidianos con los que de vez en cuando hacía encantamientos mágicos.
Era una persona introvertida, tímida, de puertas para adentro y toda la situación de Svetlana y ese tal Misha lo descomponía de tal manera, que no podía manejar su ira y su rabia contra el indivíduo que había intentado asaltar su morada, y ante todo, aquella osadía era imperdonable, inolvidable y debía pagar por ello. El crimen estaba perpetrado y el castigo debería venir en consecuencia. Además, todos y todas aquellos y aquellas que conocieran a Misha deberían saber que aquel sujeto tremebundo había sido castigado y su vida sería un tormento, porque él así lo había elegido...
[Comentario del autor: La vida de Misha y sus circunstancias no eran responsabilidad directa de Dimitri y seguramente éste no aspiraba a tanto en su cerrazón... ]
Salió por la puerta y se montó en el coche. El día apareció ser crónica de lo anterior, un túnel gris y opaco por el que la existencia fuera un argumento secundario dejando atrás el peso de la Historia que como construcción monolítica se arrojaba contra él.
Al llegar a la estación, besó y abrazó a su esposa y a su hija.
Silenciosamente, regresaron al hogar pero ... Una distancia de palabras los detenía y les impedía hablar.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La isla secreta

Cuando amaine la marea

Un cuento serbio en verso (la oscura moral del antihéroe)