Vals de la Guindalera en un día lluvioso.

Toute la pluie tombe sur moi Sacha Distel 

La calle Cartagena 
es un recinto gris 
y Fritz camina, como de costumbre,
agradeciendo los paréntesis de lluvia
en los que el otoño hace de invitado
improvisado
y del agua caída del cielo,
la compañera infatigable 
de los tiempos oscuros,
ya tan conocida. 

Conforme llega 
va escuchando por los balcones 
música folclórica rumana,
y observa detenidamente 
la estructura metálica 
que acompaña a la construcción 
de un nuevo edificio. 
Se hacen presentes
como apariciones 
en el transcurso de un sueño:
Columnas de hormigón, hierros,
ladrillos y la constancia del trabajo. 

Observa los diálogos de vecinos 
cerca de la cafetería Numancia. 
Hombres pequeños,
hombres oscuros,
salidos del mundo subalterno 
que puebla la ciudad. 

Este sol macilento que 
viene detrás del concierto 
de las urbanizaciones,
de las casas antíguas 
de un claro estilo neorromántico, 
de los hoteles nuevos,
del antíguo cine Marvi 
que será un nuevo supermercado pronto,
de la calle Pintor Moreno Carbonero
autor de un cuadro en el que el Quijote 
cae abatido por los molinos de Viento. 

La defensa numantina de un Don Quijote 
con el mal presagio de un pintor del vecindario
trasciende el sendero
y anima 
a rebelarse contra todo pronóstico
hacia la felicidad como método de viaje
y no como destino. 

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