Desenlaces teatrales
Cuando al público no le gusta un desenlace concreto de una obra, porque no se ajusta a sus coordenadas anímicas, o porque el contexto cultural está demasiado mediatizado por la religión que actúa como árbitro y juez inapelable, entonces pretende inventar otro desenlace u otros desenlaces ya que necesita consolarse, necesita sentirse identificado con los actores y las actrices protagonistas y no quedar demasiado tocado ni ser herido, ni llevarse a casa montones de ideas sobre las que reflexionar, ni un conjunto de libros por leer cuando es más fácil dedicarse a lecturas fáciles sin compromiso y por fascículos como el reader digest, por pura conservación de la energía.
Para ello, hacen un alarde, y se dedican a elaborar un compendio de autores, sistemáticamente bien escogidos, aprenden a hablar sobre lugares comunes, y a leer la prensa del sistema que narcotiza al lector con su bien hilvanado conjunto de ideas útiles para que la vida siga como hasta ahora sin cambiar demasiado, dejando a la realidad que no se recicle hacia un estado mejor ni más próspero ni más sano.
En el final de la obra, prefieren que el detective o el policía encuentre un "cabeza de turco" y sin colocarlo en el objetivo de la cámara como la víctima propiciatoria de un entresijo más elaborado.
Cuando baja el telón, se levantan de sus asientos. Los palcos vacíos recuerdan que hubo alguien que presenció la obra, aunque la comprendieran con la carga emotiva de una cultura que les hace intentar no sentirse culpables y liberarse de todo acceso de injusticia, como el que oye llover.
No es oro todo lo que reluce. Ni el malvado se observa claramente, ni el presunto inocente es del todo así, pero es inevitable separar en objetos irreducibles las mentiras que cuenta la verdad de una obra de teatro.
Para ello, hacen un alarde, y se dedican a elaborar un compendio de autores, sistemáticamente bien escogidos, aprenden a hablar sobre lugares comunes, y a leer la prensa del sistema que narcotiza al lector con su bien hilvanado conjunto de ideas útiles para que la vida siga como hasta ahora sin cambiar demasiado, dejando a la realidad que no se recicle hacia un estado mejor ni más próspero ni más sano.
En el final de la obra, prefieren que el detective o el policía encuentre un "cabeza de turco" y sin colocarlo en el objetivo de la cámara como la víctima propiciatoria de un entresijo más elaborado.
Cuando baja el telón, se levantan de sus asientos. Los palcos vacíos recuerdan que hubo alguien que presenció la obra, aunque la comprendieran con la carga emotiva de una cultura que les hace intentar no sentirse culpables y liberarse de todo acceso de injusticia, como el que oye llover.
No es oro todo lo que reluce. Ni el malvado se observa claramente, ni el presunto inocente es del todo así, pero es inevitable separar en objetos irreducibles las mentiras que cuenta la verdad de una obra de teatro.
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